Experiencia de la pasante británica Grace Gibson en el Parque de la Memoria de la ciudad de Buenos Aires
Durante mi pasantía en la fundación he aprendido mucho sobre la historia argentina y su relación con los Derechos Humanos. Hace algunas semanas visité la ex-ESMA, uno de los centros clandestinos más grande del país durante la última dictadura militar y ahora es un espacio para conmemorar los crímenes cometidos. La construcción de memoriales de la violencia en los lugares donde ocurrieron delitos de Lesa Humanidad es común: ejemplos bien conocidos son el Museo de Auschwitz y el museo del genocidio de Tuol Sleng en Phnom Penn, Camboya. Es una experiencia emocionante estar de pie en el mismo lugar de las víctimas, oír los mismos sonidos y ver las mismas paredes. Crea un sentimientos de horror, tristeza y furia que los otros métodos de preservación de la memoria no pueden igualar. Por lo tanto, sitios como estos son de vital importancia para dar forma a la consciencia colectiva y recordar el hecho. Informan y educan a los visitantes y socavan la legitimidad de los negacionistas o simpatizantes del régimen.
En cambio, el Parque de la Memoria es una experiencia muy diferente. En lugar de representar los crímenes perpetrados por la dictadura como en la ex-ESMA, el Parque es concebido como un lugar de recuerdo y homenaje a los desaparecidos y asesinados, para redefinir sus identidades de “subversivos” a víctimas del estado. Además, cuenta con un espacio para que las familias lloren a sus seres queridos. Esto es importante ya que las políticas represivas frecuentemente usan las desapariciones para la negación del acto y por eso las familias se quedan sin restos físicos, sin la verdad, ni respuestas. De este manera, el dolor de una dictadura se siente mucho después del retorno de la democracia. Por eso, el parque tiene un ambiente muy tranquilo, ajeno al bullicio y ruido de la ciudad. Es un hermoso lugar a orillas del río. Lo visité un sábado soleado de noviembre, cuando el río brillaba a la luz del sol y las flores de la primavera estaban floreciendo. Los fines de semana hay guías disponibles para recorrer el Parque donde explican los significados de las esculturas y responden preguntas.
El monumento central del Parque es un imponente pared que alberga los nombres de los víctimas del Terrorismo de Estado, desde el Cordobazo hasta el regreso de la democracia. En realidad, la obra representa “una enorme herida en dirección al río” a cuyos aguas fueron arrojadas muchas de las víctimas. Al principio, estaba afectado por el tamaño del monumento. Aunque puede parecer obvio, ver 30.000 nombres representados físicamente es mucho más emotivo que simplemente leer una estadística. No todos de los ladrillos llevan un nombre. Esto es para recordar a los que siguen siendo desconocidos hasta hoy. Dado que la dictadura no mantuvo registros, se desconoce el verdadero número de víctimas. Los ladrillos que llevan nombres están posicionados más abajo en el monumento. Le pregunté a la guía por qué. Me dijo que las madres pueden tocar los nombres de sus seres queridos, lo que les permite sentirse cerca de nuevo en lugar de una tumba real. Los nombres se ordenan alfabéticamente y por año de desaparición. Como era de esperar, el mayor número de desapariciones ocurrió en los años 1976-77, el período en que asumió la dictadura. Junto a sus nombres, se menciona las edades de las víctimas y, en el caso de las mujeres, si estaban embarazadas. Es impactante ver cuán jóvenes eran la mayoría de las víctimas, gran parte eran menores de 30 años y algunas tan jóvenes como de 13 años. Este hecho, acompañado por la cantidad de mujeres embarazadas, hace difícil ver cómo el Terrorismo de Estado podría considerarse una «guerra» contra la amenaza legítima de los «subversivos» en lugar de lo que fue, un genocidio sancionado por el Estado que carecía de toda justificación moral.
La otra característica del Parque son las esculturas que rinden homenaje a las víctimas y sus familias. Se seleccionaron 12 proyectos de los 665 presentados de 44 países durante la convocatoria abierta para participar en el concurso internacional «Parque de la Memoria». Los elegidos fomentan la reflexión sobre el pasado, se adhieren a ciertos criterios éticos y estéticos y lo que es más importante, se ajustan al objetivo del Parque de mantener viva la memoria para el futuro. El trabajo que más me interpeló fue “Untitled” de Roberto Aizenberg. Es el padre de tres hijos desaparecidos y su obra los recuerda. Sus cuerpos huecos están «llenos de ausencia» tanto metafóricamente en el corazón de su familia, como físicamente mientras sigan desaparecidos. A través de sus cuerpos, se puede ver el río. Es un fuerte recordatorio de su probable lugar de descanso final y de otros también.
Además, me gustó la obra “30.000” de Nicolás Guagnini’s. Esta un homenaje a su padre construido con 25 prismas rectangulares sobre los que se proyecta el retrato de él. Está construido de tal manera que solo es visible desde ciertos ángulos. A medida que el espectador se mueve alrededor de la escultura, su imagen se distorsiona y desaparece en el río y el paisaje; la metáfora perfecta de la naturaleza clandestina de los crímenes de la dictadura y la lucha perseverante de las familias por la verdad y la justicia.
Así como estos dos obras, todos las instalaciones en el parque son muy interesantes y hacen pensar mucho sobre la historia argentina y el tema de los Derechos Humanos. Pero también el Parque es un lugar hermoso para escaparse del ruido de la ciudad y disfrutar el paisaje. Disfruté mucho mi visita y la recomendaría.
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