Entre el diálogo y las balas

Por Alexis Papazian

Doctor en Antropología y Profesor de Historia

Programa Investigación y Estudios Académicos

Fundación Luisa Hairabedian

investigacion@verdadyjusticia.org.ar

El 23 de noviembre pasado, fuerzas nacionales de seguridad (Policía Federal, Prefectura, Gendarmería) llevaron adelante un operativo represivo sobre la comunidad mapuche Wincul Lafken Mapu. Resultó de este accionar el desalojo violento de mujeres y niños, el uso de fuerza desmedida y la muerte del peñi (hermano en mapuzungun) Rafael Nahuel.

Como historiador, miembro de la Fundación Luisa Hairabedian y de la Red de Investigadorxs del Genocidio Indígena en Argentina (FFyL-UBA), venimos trabajando y analizando diversas prácticas sociales genocidas y violatorias de los Derechos Humanos. Somos testigos de una creciente demonización contra de los pueblos originarios en nuestro país, con especial énfasis en el pueblo Mapuche. Esta demonización es tanto mediática, como estatal y desconoce la historia de los pueblos perseguidos y enajenados de sus territorios ancestrales.

Dicho esto, me gustaría partir de mi propio devenir, no para ser autorreferencial, sino para observar las dinámicas violentas con las que las formas estatales pueden “tratar” a “sus otros” internos. Mi ascendencia es armenia… pero ¿quién se acuerda de los armenios? Vale la pena recordar la muerte indiscriminada, las vejaciones, los traslados forzosos, el despojo territorial y el hambre sufrido por los armenios durante el genocidio perpetrado por el Imperio Otomano y negado por la República de Turquía. Buena parte de ese genocidio se justificó en la idea de “amenaza” que se montó sobre la nación armenia dentro del Imperio.

Desde la FLH, trabajamos por el ejercicio pleno y la defensa irrestricta de los Derechos Humanos. Este punto es indiscutible, es uno de esos pilares que hay que valorar, independientemente de nuestras diferencias. Ahora bien, somos testigos comprometidos de  la violación sistemática de los Derechos Humanos contra población mapuche. Somos testigos de la construcción de un enemigo interno que es puesto bajo un manto de sospecha (algo habrán hecho, hubo enfrentamientos, quieren separarse del estado Argentino). Presentar un homicidio como un enfrentamiento es peligroso, más cuando es avalado por el Estado. Proteger a los represores es habilitar a más y peor violencia.

Hoy se vuelve a marcar al mapuche (como chileno, invasor, terrorista, falso indígena). Es importante, entonces, reflexionar sobre cómo se marcó a los armenios, a los griegos, a los bosnios, a los judíos, a los camboyanos, a los gitanos, a los deformes, a los ruandeses, a los militantes sociales y a tantos otros falsos “demonios”…

Hoy son los mapuche… y ¿quién se acuerda de los armenios?

Defender políticas represivas es defender al Estado terrorista. La sociedad argentina, con sus diferencias y consensos, tiene que comprender que las prácticas discriminatorias, racializadoras y violentas del Poder Ejecutivo Nacional, se sostienen en el “like” desinformado de aquellos que, sienten la argentinidad como una identidad excluyente. La ignorancia y la indolencia deforman la imagen de nuestros prójimos que reclaman, con acciones concretas, se cumplen leyes que los protegen y legitiman. La falacia del diálogo. El dolor de las balas.

El asesinato de Rafael Nahuel, un joven de 21 años, mapuche, de un barrio marginal de la Comarca Andina no puede ser “un caso” más, es la continuación de aquello que empezó (en palabras del otrora Ministro de Educación) con el lema de “una segunda campaña al desierto”, es aquello que continuó con la represión en enero de 2017 en Cushamen y que terminó con la desaparición y muerte de Santiago Maldonado.

La Fundación Luisa Hairabedian promueve ejercicio irrestricto de los derechos humanos. Como parte de la ciudadanía en la Argentina, conocemos, avalamos y pedimos se respeten los derechos especiales de los pueblos indígenas. Derechos votados en el Congreso, derechos con rango Constitucional. ¿quién es el violento cuando la ley no se cumple?

Si nos mantenemos callados, somos cómplices. Si nos (des)informamos sólo con los diarios comerciales somos cómplices… Discutamos, hablemos, argumentemos… sólo así podremos responder e invalidar aquella pregunta venenosa y amenazante ¿quién se acuerda de los armenios? ¿quién se acuerda de Roca, de Villegas, de Racedo, de Ortega, de Bernal y de tantos otros oficiales asesinos de la Conquista Genocida? ¿quién se acuerda de Pernía, de Astiz, de Chamorro, de Videla, de Massera, de Agosti, de Suárez Mason? … Recordar, conocer, aprender, difundir y confrontar con la palabra es una forma de crecer y poner límites a un estado que sólo muestra su lado más feroz, el de la represión y muerte.    

Memoria, Verdad y Justicia.

Son 30.000

Nunca Más

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