Por Gariné Araxí Morcecian
garinemorcecian@hotmail.com
Volver a investigar sobre nuestra historia, volver a leer la sucesión de hechos caracterizados por el sufrimiento de un pueblo, recordar lo que vivieron nuestros antepasados (recuerdos que marcaron, también, a las generaciones siguientes) no es una tarea fácil.
Ser descendientes de sobrevivientes de un Genocidio nos deja varias enseñanzas. En primer lugar, nos deja la historia: esos actos atroces a los que nuestros bisabuelos se vieron sometidos. Y de ahí surgen muchas cosas: miedos, impotencias, esperanza de cambio, lucha pacífica, ansias de reconocimiento por parte de su perpetrador, entre otros anhelos y deseos.
No es fácil ser descendiente de un sobreviviente de un genocidio que quiere que la historia se cuente, que no quede impune, que la lucha continúe tanto por el reconocimiento de esos hechos como por la plena consciencia social del valor de la persona humana.
No es fácil ser una persona a la que le inculcaron todas esas convicciones y esos anhelos de justicia, y esos deseos de aportar su granito arena para mejorar el mundo, y que una de las formas para mejorarlo sea mantener la historia de su familia en la memoria para que no se olvide, para que no se repita, para que el odio no sea tan latente entre las personas, y que para que todas aquellas regulaciones en materia de Derechos Humanos no se agoten en un simple precepto, sino que trasciendan y sean parte de la mente humana.
No es fácil ser todo eso, porque ser todo eso implica tener fuerza, implica tener mucha resistencia, implica tener que volver una y otra vez a lo que tu familia vivió, implica tener que enfrentarse a gente que niega la historia, implica querer darlo todo para que lo que le pasó a tu familia por lo menos sirva de aprendizaje para la humanidad entera. Y volver una y otra vez a todo eso, duele.
No es una tarea fácil. Cuanto más investigamos más descubrimos, más leemos y más vemos, y el dolor se hace grande.
Por eso no fue tarea fácil la traducción. Fue volver a estudiar lo que les pasó a nuestros bisabuelos. Leer la historia de los refugiados, de los exiliados, y leer aquellas historias sobre los que no sobrevivieron, es volver a la herida. Pero algo que tenemos, es convicción, y gracias a eso, ese dolor se convierte en motor y en fundamento, cuya potencia termina generando fuerza. La convicción termina superando los dolores. No sé si los cura, pero sí hace que las heridas no sean un impedimento para la lucha, sino que, al contrario, sirvan de motivación para tener valor.
Como descendientes que anhelamos esos cambios que mencioné, nos sentimos orgullosos de sumergirnos en la tarea de traducción para la ANI (Armenian National Institute – Instituto Nacional Armenio) de Estados Unidos con sede en Washington D.C. Fue a partir de la relación entre ANI y la Fundación Luisa Hairabedian (FLH), que se nos propuso algo vital: traducir al español toda una serie de documentos y relatos históricos sobre el Genocidio Armenio que se encontraban en lengua inglesa. La FLH nos propuso a Vilén Ter Gazarian y a mí, realizar esa tarea. Nosotros con gusto de hacerlo, nos pusimos en marcha. Pero a medida que iba leyendo, me daba cuenta que no era una tarea fácil, justamente por todo lo que relaté. Me tocó leer en más profundidad cuestiones particulares de los sucesos acontecidos a principios del siglo XX, me tocó releer cosas que quizás no recordaba tan claramente, y me tocó descubrir muchas otras, todas dolorosas, que contaban una historia real, contaban lo que fue el Genocidio Armenio perpetrado por el Estado Turco (lo sucedido antes, durante y después). Es una historia de dolor que no creí que a esta altura (después de haber estado inmersa en la temática por años e incluso académicamente) me iba tocar tan pero tan profundamente en las heridas. Las historias familiares no son fáciles de sanar, y se hace más difícil aun cuando nos ponemos la bandera de la lucha. Pero con Vilén, como muchos otros jóvenes, estamos orgullosos de llevar esa bandera. Es una bandera que no es fácil de portar, pero nos hacemos cargo, por nuestros bisabuelos, por nuestra familia, por todo un pueblo que sufrió uno de los peores crímenes que podría existir, por todas esas personas que no lograron sobrevivir o que vieron a sus seres queridos morir, llevamos esa bandera porque creemos en la posibilidad de un mundo sin deshumanización.
Por eso nos adentramos en esta aventura de la traducción, por más que implicase revivir ciertos dolores. Consideramos que una de las formas de colaborar con la consciencia social en materia de derechos humanos a través del conocimiento de la historia del Genocidio Armenio, es mediante el acceso a la información: esto es clave, ya que, a raíz de este trabajo, toda una sociedad de habla hispana va a tener acceso en internet a documentos en español que cuentan esa historia que no queremos que se olvide, y que sirva de aprendizaje para sociedad.
Agradecemos a la Fundación Luisa Hairabedian por convocarnos como voluntarios, por apostar a la juventud, por depositar su confianza en nosotros y saludamos la posibilidad de participar de más proyectos futuros.
Disponible para ver y descargar en formato PDF
Accedé a la web en castellano del Instituto Nacional Armenio
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