El pasado martes participé de una conferencia del juez federal Daniel Rafecas en el rectorado de la UNTREF sobre actualidad, balances y perspectivas de los juicios de lesa humanidad en Argentina. El mismo estuvo organizado por Eduardo Jozami, ex Director del Centro Cultural Haroldo Conti.
Quería compartir con ustedes que volví a disfrutar -como hace mucho tiempo no lo hacía- una disertación sobre este tema. Nos encontramos en la puerta con Avery Dyer, pasante de Middleburry University en la Fundación Luisa Hairabedian; luego se sumó Kim Radestock, otra pasante alemana y, más tarde, vino Alexis Papazian. De casualidad, subí con Rafecas, Avery y Jozami en el ascensor y hablamos de un académico del holocausto –Raul Hilberg-. Recordé cuando, allá por el 2005, Marcelo Raffin me encargó que le trajera del Museo del Holocausto de Washington D.C un ejemplar (miles de páginas por cierto) de su famosa obra “The Destruction of European Jews”. Le dije a Rafecas que su libro “Historia de la Solución Final” me había llamado la atención y me había gustado mucho. Sobre todo, las referencias al genocidio armenio, que estaba en español y que no tenía miles de páginas como el de Raul Hilberg.
Después de saludar a Carolina Varsky y Flavia Fernandez Brozzi con abrazos de ex abogados de Causa ESMA (esos abrazos fuertes porque todos sabemos lo que fue ese juicio, ir a las audiencias a escuchar y ver represores y los cientos de testimonios), empezó la ponencia de Daniel Rafecas. Lo que presenciamos me hizo sentir orgulloso de vivir en un país que tenga como juez a Rafecas.
En un contexto local e internacional donde los Moros y Bonadíos parecen los rockstars de la justicia del vicio, plagados de atropellos y ataques a las garantías procesales y constitucionales más básicas, escuchar a un juez federal definirse como parte del “movimiento de derechos humanos” y que, además, haya logrado tantos avances en el juicio y castigo a los criminales de la dictadura me llenó de alegría y esperanzas.
Entre tanta frase casual como “el problema es la justicia”, “que mal que funciona la justicia en este país” o el clásico “cárcel, cárcel, cárcel”, tener un juez en funciones como Daniel Rafecas es una garantía de que el horizonte constitucional (y convencional) de los fundadores de nuestra nación no es más una utopía.
Federico Gaitán Hairabedian
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